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¿CONSUMES LUEGO EXISTES? CAMBIO EN EL PARADIGMA DEL MODELO DE CONSUMO


En el último mes estamos teniendo información en distintos medios sobre un lento, aunque a todas vistas inexorable, cambio de paradigma en el modelo de consumo. Los datos arrojan un consumo más responsable, comedido e incluso comprometido con el entorno y el medio ambiente.

No podemos escapar a la implantación, décadas atrás, de ese mantra que nos repetían hasta elevarnos al éxtasis "TU CONSUMO, TU FELICIDAD" y así vivimos hasta que la crisis se llevó la felicidad asociada al consumo de otros tiempos, pero el sistema no podía dejarnos deprimidos por no poder consumir masivamente lo que hasta hacía poco nos hacía sentirnos importantes y entonces, en un giro "paternalista" y fruto de las dinámicas del mercado, surgió el concepto LOW COST para que siguiésemos "siendo felices".

Pero ahora, quizá fruto de la quiebra del sistema, quizá fruto del hastío, quizá fruto de la concienciación, poco a poco, avanzamos hacia un cambio de paradigma de este modelo más centrado en la felicidad sin bienes superfluos y más en línea de la felicidad como bien en sí mismo.

Roberta Plantineri profesora de sociología en la Universidad de Bolonia así lo entiende tras sus investigaciones en este campo y desde su trabajo para la cátedra de la Felicidad de la mencionada universidad.

Para la Dra. Plantinieri, "la gente feliz genera vínculos; la infeliz compra impulsivamente" y su apuesta pasa por "consumir" relaciones humanas saludables y afectivas para salir de cualquier crisis.

ARISTÓTELES, LA FELICIDAD Y EL CONSUMO

Desde el punto de vista aristotélico, el concepto de felicidad se refiere a la obtención del placer a través de una acción. Sobre la base de esta dimensión aristotélica se ha ido construyendo la sociedad de consumo. En este sistema, a través de los objetos de consumo, los hombres deberían obtener aquel placer que, de algún modo, se presupone para una cierta felicidad. 

La sociedad del consumo como nosotros la conocimos en Europa, desde la posguerra, es decir desde los años ‘50 hasta los inicios de esta crisis en 2008, prometió la obtención del placer basándose paradojalmente en mecanismos que producen constantemente infelicidad. Desear comprar ha sido un imperativo para la sociedad de consumo europea. 

Consumir y desear seguir haciéndolo por más que se posean ya muchos bienes. El problema no es la posesión de bienes sino la insaciabilidad: una promesa constante de algo que se debe desear y que una vez obtenido no da satisfacción y por eso reenvía a la necesidad constante de continuar en este accionar. De aquí nacen los procesos de consumo compulsivo. 

La sociedad europea y la norteamericana son sociedades enfermas desde el punto de vista de la compulsividad, porque a través de este acto se intenta calmar un ansia que está dentro nuestro y que es el estado existencial de la subjetividad en una sociedad que progresivamente ha hecho desaparecer otras formas del placer.

Se empieza a abogar por consumir menos y vincularse más, empezar a cambiar el modelo cultural  individualista por el asociativo y cooperativo, al fin y al cabo y como ya dijo Aristóteles: "El hombre es un ser social por naturaleza".

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