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LA REVUELTA DE LA ESPAÑA VACIADA

Este pasado domingo 31 de marzo, decenas de miles de españoles se dieron cita para exigir un pacto de Estado contra la despoblación de nuestras zonas rurales.
Inmersos en la vida de nuestras ciudades con su tráfico, sus edificios de acero y cristal, sus servicios, transportes y gentes, muchos son los que añoran una vida tranquila y pacífica en un pequeño pueblo idílico forjado a golpe de añoranza en el propio imaginario.
 Aquel espacio en donde uno supone que descansarán sus oídos, donde el tiempo pasa de otra manera, donde las gentes son amables porque lo da la tierra, ¡ mira! algunos hasta se lo imaginaran sin conexión a Internet. Cosas que uno/a se puede imaginar en un momento de estrés y que recrea a su gusto, que para eso es lo idílico propio.
Pero, ¡ay!, cuando uno está anclado en ese anhelo no piensa que algún día tendrá que ir al médico o al supermercado o al notario o que necesita googlear algo urgente, o... La España vaciada se queja de la despoblación, de la invisibilidad, de la falta de servicios y nos ponen la cifra en la calle para que nos la aprendamos bien antes de soñar: EL 30% DEL TERRITORIO CONCENTRA EL 90% DE POBLACIÓN.
ATENDER A LA ESPAÑA RURAL, A LA ESPAÑA VACIADA, ES UNA CUESTIÓN DE JUSTICIA.
La despoblación se ha convertido en una hemorragia que no cesa y no solo afecta a las zonas rurales, las capitales de provincia también se desangran. 
Somos egoístas hasta para recrear nuestros pueblos ideales, ya es hora de pensar que si queremos algún día visitar esas zonas lo primero que tenemos que hacer es apoyar a sus habitantes y no dejar que nadie tenga que dejar su pueblo a la fuerza para pensar en un atasco por qué nadie se acordó de ellos.




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